“¿Ha sido usted salvado?”
Si alguna vez quisiera usted terminar una conversación antes que empiece, esta es la pregunta para lograrlo. Parecida a: “¿Sabe usted el destino de su alma eterna?”
Estas preguntas incomodan a mucha gente, pero son preguntas esenciales a nuestra identidad metodista unida.
La respuesta que demos a preguntas como estas no sólo revelará nuestras suposiciones acerca de nuestro destino futuro. Cuando decimos que somos salvos, no sólo estamos reclamando la seguridad de que en el futuro entraremos al cielo, sino que estamos declarando nuestros valores y acciones como existen en el mundo hoy mismo. Según el punto de vista wesleyano, la salvación no es tan solo una afirmación acerca del futuro. Es una realidad presente.
Tema central
La salvación es un tema complicado. Hasta las personas que se sienten cómodas con los principios y lenguaje teológico tienen algunas reservas cuando se trata de la idea de la salvación. Esto se debe a que la salvación con frecuencia viene ligada a la idea del juicio. Así que, para no emitir juicios, evitamos hablar de la salvación. Terminamos toda conversación acerca de la salvación antes que empiece. Conectamos la salvación al pecado.
Después de todo, ¿de qué somos salvados? Muchos de nosotros hacemos una conexión inmediata con el juicio: Somos salvados del justo juicio de Dios sobre nuestros pecados. Por cierto, ¿qué podría ser más delicado que el juicio y el pecado?
Sin embargo, la salvación es un asunto importante en la tradición metodista. Juan Wesley escribió y predicó mucho acerca de la salvación. La salvación fue un punto central de fe para Wesley. Lo dejó en claro cuando instruyó a sus predicadores y asistentes que envió para avanzar el movimiento metodista:
“Ustedes no tienen nada que hacer que no sea salvar almas. Por tanto, pongan todo su ser en esta labor. Vayan no solo a quienes los necesitan, sino a aquellos que los necesitan más que nada. Pongan atención: La labor de ustedes no es predicar mucho o cuidar de esta u otra sociedad, sino que es salvar tantas almas como puedan; traer a tantos pecadores como puedan al arrepentimiento”.
Está bien claro. Juan Wesley quería ver que la gente fuese salvada de sus pecados. Pero esta salvación no era tan solo salvar a la gente para una vida en el cielo después de la muerte.
La salvación se entrega mediante la gracia de Dios, la cual nos absuelve delante de Dios y nos reconciliar para estar en buena relación con Dios.
El don de la salvación de Dios nos hace santos. Es el comienzo de juntarnos con Dios. En otras palabras, cuando somos salvados, esto se hace evidente en nuestras acciones hoy.
Pasando de “salvados de” a “salvados para”
El libro de 2 de Corintios 5:17 nos provee de un hermoso recordatorio de la acción salvadora de Dios por medio de Cristo. En fe somos creados de nuevo. Lo antiguo ha pasado. Los siguientes versículos enseñan que por la fe llegamos a ser embajadores de Cristo, ofreciendo a otros el ministerio de la reconciliación.
Wesley enfatizó esta idea, haciendo notar que no solo somos salvados “de” nuestros pecados, sino que somos salvador “para” la labor santa de ofrecer la gracia de Dios a otros. Nuestra salvación no sólo tiene que ver con un destino futuro, sino con una realidad presente. Somos salvados con el fin de que revelemos la gracia de Dios.
Como tal, algunas de las personas más santas que conocemos tuvieron un pasado bastante colorido. La adicta en rehabilitación que fuera salvada por gracia, ahora se dedica a ayudar y sanar a otras personas que luchan con la adicción. El racista en recuperación que fue salvado por gracia, ahora invita a otros a considerar los efectos dañinos de sus acciones. La nueva obra ha empezado.
¿Qué si la salvación tiene que ver con ser liberado?
La salvación es ser liberado del juicio y consiste en ser liberado de nuestra naturaleza pecaminosa. Como Albert Outler lo hizo notar, “la plenitud de la salvación está en el poder negativo para no pecar y el poder positivo de amar a Dios sobre todas las cosas”. Nuestra salvación nos libera del impulso a pecar.
No sólo somos libres del juicio que trae el pecado, sino del deseo mismo de pecar. Nuestra fe alinea nuestros pensamientos y acciones con la voluntad de Dios.
Para Wesley, la fe es el agente de salvación. Encontramos la salvación a través de la fe. Pero las marcas de nuestra salvación no están determinadas por el destino de nuestras almas eternas. Nuestra salvación tampoco está marcada por una decisión momentánea. Más bien, nuestra salvación viene marcada por nuestro fruto de buenas obras. La fe produce amor.
De modo que, quizá todavía luchemos para obtener las palabras para responder a la pregunta “¿Ha sido salvo?” Pero lo cierto es que nuestras acciones responderán por nosotros.
Ryan Dunn, es ministro de involucramiento por la web de Rethink Church, que opera desde Comunicaciones Metodistas Unidas, Nashville, Tennessee. Contáctese por email.