En este artículo:
- Por qué los cristianos consideran el ayuno durante la cuaresma
- Prácticas espirituales para una cuaresma significativa
“Durante la cuaresma voy a renunciar a ser amable con mis hermanos”, dijo un joven enfáticamente.
“Bueno, si ella puede renunciar a ser amable, yo voy a dejar de hacer mis tareas de la escuela”, dijo otro.
“Oooh, le voy a decir a mis padres que renuncio a hacer mis labores en la casa durante la cuaresma porque la iglesia dice que está bien”.
Fue en ese momento que me di cuenta de que algo no andaba bien. Por años, hemos hablado de renunciar a algo durante la cuaresma, pero jamás hemos dicho “por qué” ayunamos durante la temporada.
En el mejor de los casos, lo hemos tomado como un breve período de dieta. Dejamos el chocolate o el café.
En el peor de los casos, ocurre lo que pasó con los jóvenes de la iglesia. El ayuno se convirtió en una excusa para no hacer lo que uno debería estar haciendo.
Una de las razones de por qué renunciamos a algunas cosas en la cuaresma es para sentarnos con nuestro hambre. La mayoría de los lectores no acostumbran a sentarse con su hambre. No lo necesitamos. De hecho, reclamamos si no sacian nuestro hambre en forma oportuna. Y el hambre del que hablo no tiene que ver sólo con la comida. Nos molesta cuando se produce un ligero retraso en el video que estamos viendo en el teléfono. A veces nos parece que la entrega de dos días de Amazon no es lo suficientemente rápida. Nos ponemos un poco agitados cuando pedimos nuestro café en Starbucks y no lo preparan rápidamente.
De modo que, la cuaresma nos ofrece la oportunidad de sentarnos con nuestro hambre. Renunciamos a algo para aprender lo que el hambre nos revelará. ¿Cuál es el hambre detrás del hambre?
¿Quién o qué o dónde está Dios cuando tengo hambre de algo que deseo?
¿Será Dios el Creador quién saciará este hambre?
¿O será el dinero, la fama, la popularidad o las relaciones?
Practicando el estar con hambre
¿Qué te enseña el hambre acerca de ti misma y de tu dependencia en Dios?
Paso ahora a compartirles algunas prácticas de cuaresma que he usado toda mi vida y que me revelan algunas cosas acerca de mí y Dios.
Silencio
Cada día de la cuaresma dejó quince minutos para el silencio.
Como persona introvertida, me es fácil está en silencio. Sin embargo, no tener ningún ruido intencional a mi alrededor ha sido mucho más difícil de lo que esperaba. A menudo salgo a caminar por 15 minutos sin música en mis oídos y sin hablar. Después de algunos minutos, siento la necesidad de hablarme a mí mismo en voz alta tan sólo para producir algún ruido. ¿Por qué es tan difícil estar en silencio? Hasta ahora, lo más importante que me ha enseñado este breve período de silencio intencional ha sido estar consciente de la presencia de Dios. El estar quieto y en silencio me ayuda a acercarme más a escuchar la suave y apacible voz de Dios.
Ayuno
Algunas veces ayuno comida. Otras veces ayuno los medios de comunicación. También ayuno comidas particulares como el café. Esta fue la forma más fácil de discernir qué me enseñaba el ayuno: Los cristianos no viven solo de (…). Llene el paréntesis con lo que sea que usted quiere dejar por un tiempo.
Durante esta cuaresma dejé el café, y de pronto me vino rugiendo el dolor de cabeza. Esto me hizo pensar que dependía más en el café que en la oración. ¿Por qué no depender de ambos? El dolor físico del hambre hace que me sea más fácil recordar que, a fin de cuentas, dependo de Dios y que en Dios soy un ser completo.
Oración
En la mayoría de las cuaresmas, prefiero “añadir” más que restar una disciplina de mi vida. Durante algunas cuaresmas, añado tiempos intencionales de oración. Es como cuando me tomo un tiempo para el silencio, pero aquí produzco ruido.
En lugar de desplazarme irreflexivamente a través de los medios sociales o la televisión —como lo hago normalmente en dicho momento— me vuelvo a la oración. Este momento intencional de oración me recuerda que no necesito ser “entretenido” a cada segundo de mi vida. Me ayuda a recentrarme y me recuerda de cuáles son las prioridades de mi vida. Pero más importante que nada, me enseña que no soy un dios, sino que Dios es Dios.
Actos de bondad fortuitos e intencionales
El año pasado, me propuse bendecir a una persona cada día. En su libro Surprise the World, Michael Frost dice que bendecir a alguien es como “añadir fuerza al brazo de una persona”. Esto significa dejar a alguien mejor que cuando lo encontramos, ayudando a la persona a respirar con más comodidad.
Así que, decidí ser una pequeña bendición para alguien cada día. Invitar a un amigo a almorzar; pagar el café de un extraño; poner en su sitio los tachos de desperdicios del vecino después de que pasara la basura; enviar cartas de aliento y afirmación; y mucho más. Trataba de encarnar lo que dijo la Madre Teresa: “has pequeñas cosas con un gran amor”. Amar al prójimo. Lo que aprendí en esa temporada fue que siempre puedo costear el ser generoso con otros.
¿Qué revelaciones estás descubriendo a través de las disciplinas de cuaresma?
Joseph Yoo es autor de When the Saints Go Flying in. Se mudó de la costa oeste para vivir feliz en Houston, Texas, con su esposa e hijo. Sirve en Mosaic Church, Houston. Visite josephyoo.com.